
Hoy alguien preguntó: “¿Qué se ama cuando realmente se ama?”. La pregunta fue ignorada como chileno pidiendo visa en Canadá. Pero, más que porque estaba fuera del contexto de la situación de ese momento, pienso que nadie atinó a responder porque la respuesta es complicada para elaborar un argumento.
Se suma a la incógnita de hace mucho tiempo atrás: “¿Qué tan peligroso es un corazón abierto?”. Si se es miedoso y frío, es bastante peligroso; si se gusta de la adrenalina y el riesgo (con y sin satisfacción), es sólo otra curva cerrada dentro del camino bordeando ese cerro de las relaciones personales. Sólo queda preguntarse: ¿Quieres latir a destiempo?
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Si nadie quiere mirar el interior de esa ventana abierta, es bueno pensar que fue un mal día y ya vendrá la temporada de la alta demanda por los productos allí ofrecidos. Como toda empresa, está el éxito, el mantenimiento sin mayor ganancia y el fracaso.
Sigo con la convicción (mi convicción) de que mis coqueteos con Cupido para obtener alguna de sus flechas son amor y enamoramiento. En el fondo, está el amor, enamoramiento, calentura, jugueteo, confusión, despecho, simpatía, apatía, miedo y muchas otras razones para mantener (y querer) durante una relación. Si a fin de cuentas, todo sigue el lindo esquema: introducción, desarrollo, clímax y desenlace.
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En el Reino, la Reina de Los Corazones es una enamorada del palpitar de su corazón, confusa frente al dilema si ama a la causa o la consecuencia de ese bum-bum. Al menos, está tranquila porque vuelve a estar conciente que tiene ese órgano, y que se bombea algo más que sangre. La Corte de Palacio aún espera que el Rey vuelva de su viaje. Mientras tanto, su alteza espera que llegue alguien aunque sea a vender dulces, o mejor aún, alguien con la tonada de Shakira que alguna vez pensó dedicar.