Escribí esto el 12 de diciembre del año pasado:
Miedo. Tengo miedo. Ya sin planes, más que Año Nuevo. Enero y febrero suenan como largos meses donde deberé encontrar ocio tan significativo capaz de ocupar una larga tarde en algo productivo, más que un “You Win” de algún juego fuera de temporada.
No quiero trabajar, quiero estar libre. Libre para la nada. Libre para ver si surge algún plan, por si baja el ejercicio compulsivo de nuevo, por si baja el empedernido escritor, por si aparece un plan loco y apresurado, por si aparece el romeo que espera mi corazón.
Y tuve de todo: el ejercicio compulsivo, tardes de nada, planes locos y apresurados, escritos sinceros. Obviamente, el romeo que espera mi corazón lo dejo así: esperando.
Ahora, es marzo de nuevo. Miedo. Podría y querría hacer tantas cosas, pero aún no me siento en marzo. Se acabó el verano revelador de mis personalidades y personas. Quizás se acaben las revelaciones, las personalidades y las personas. Quizás prolongue el verano hasta el próximo break de julio. Quizás tome de nuevo a esas páginas de conocimiento como chocolate calmante de ansiedad. Quizás no haga nada. Quizás realice eventos que siquiera se me han ocurrido mencionar en este texto.




1 comentario:
el verano no se acaba, sólo hasta cuando dices basta
sigamos teniendo un verano
cuando salgamos a bailar que sea verano
cuando nos riamos que sea verano
cuando me cuentes de tu vida con sumo detaller horarico que sea verano
cuando esté contigo que sea verano te amo
Publicar un comentario