Es heavy cumplir 21 años. Primero que todo, porque es la mayoría de edad mundial, después porque es el segundo año fuera del rango de los teenagers, y toda la culpa por comportarte, vestirte e intentar pensar como uno. Es cierto, no quieres veinte, ni veintiuno, ni diecinueve…por ti, volverías a los diecisiete encantado. No, no tienes un complejo de edad como Madonna, ni tampoco ando buscando arrugas donde con suerte existen ligamentos. No cambiarías tus salidas bailables por ahí por conversaciones sobre rock nacional en algún pub (lo siento, pero sí eres prejuicioso con los adolescentes, también lo eres con los veinteañeros). Simplemente, la vida pasada más que ser “mejor”, fue más sencilla.
Tienes 21 años y te cuesta asumir las responsabilidades que te desagradan. Sólo quieres ejercer tu voluntad a cabalidad. Querido niño, no siempre obtendrás lo que quieras (las madres son sabias). Sí, puede ser un complejo de Peter Pan…no obstante, no quieres volar con Wendy y una hada chillona de nombre Campanita. Quieres seguir volando como aprendiste a hacerlo, alguna vez, en algún tiempo, en algún lugar que no siempre quieres recordar. De hecho, tal vez nunca has dejado de volar, simplemente que con cada año que pasa, sientes que las alas pierden plumas, y tal vez no es un cambio de pelaje, sino un indicio que es tiempo de dejar de volar y comenzar a pisar firme.
Has tomado cosas en el camino: útiles, inútiles, desechables. Más que un desteñido y pegote jeans, siempre pones adelante los que han quedado: las personas que acompañan en momentos como este, las que no lo hacen, las que estuvieron, las que podrían hacerlo y las que no les interesa estar. Para bien o mal, tienes buena memoria…tanta, que recuerdas cada instante donde significaste personalmente una escena.
Se esperan cosas significativas, y esperan cosas conmemorativas. No haré alarde en esta especie de discurso de Thanksgiving Day por tu adorado cabello u algún referente externo. Aquí me pongo más serio y simplemente se me viene a la mente dos palabras: amigos, yo. El resto…lo acabó de decir.
Hace poco, un muy buen amigo te preguntó: “¿cuál crees que es tu misión en el mundo?”. No oraban ni pedían a alguna deidad por la salvación de nuestras almas. No pensaste mucho y respondiste: “para estar para quienes quiero y estimo”. No, no te consideras la reencarnación de alguna sor extranjera, tampoco haces mérito para un Nobel, tan sólo intentas ser espontáneo. Y esa es la gran crítica de quienes te conocen bastante: que el plano mío esté bajo capas.
Para mí, fuera de la sutilidad o ternura en sus palabras…es un reto, y muy coherente: “Ocúpate de ti mismo”. No es que no lo practiques, pero en eso Libra no te acompaña.
Explayándome acerca de conocer ¿Quiénes lo hacen? ¿Quiénes lo han hecho? ¿Quiénes lo harán? Aquí, otra pifia…y una bien discutida con algunos. “Secreta intimidad que llevo dentro” con un restringido paso para pocos. Lo reconoces y no tengo mayor empacho en describirlo: eres desconfiado de las personas. No pones pruebas cual Monte Everest para quienes intentan ganarse algún afecto, tan sólo eres demasiado propenso a observar y después arriesgarte a intentar un tipo de relación social.
Dilemáticamente: te conoces y te encantas. Muchas veces concluyes que eres “mediocre” o “del promedio”, sin embargo, por dentro escondes esa corona que te ganaste alguna vez y amas lustrar para notar su brillo.
En definitiva, eres un pendejo caprichoso, amable, testarudo, concreto, con muchas ganas de ser objetivo y con muchas ganas de perder el control. Actualmente, una persona con un desenfocado y poco creíble pasado, un tranquilo presente (y los ánimos) de un prometedor futuro. Un pequeño bailarín que de modo tímido se contornea a los ritmos, a los propios y a los ajenos, pero que siempre inventa u conoce la coreografía.
Para ti, sólo me resta desearte lo mejor y alegrarme por quienes te rodean. Es tu criterio, y en él confío. Al igual que exponerte de esta forma.
Muy feliz cumpleaños.
René.


